Una gran brecha separa a los muy ricos de los demás, y esa desigualdad, hoy en el centro del debate económico, se ha convertido en una preocupación cada vez más acuciante, incluso para ese uno por ciento privilegiado, que empieza a ser consciente de la imposibilidad de lograr un crecimiento económico sostenido si los ingresos de la inmensa mayoría están estancados.
La economía puede parecer una disciplina árida, pero las buenas políticas económicas contribuyen a mejorar la vida de la gente más pobre. Los gobiernos deben y pueden adoptar políticas que orienten el crecimiento de los países de modo equitativo. Constituimos una comunidad global y debemos cumplir una serie de reglas para convivir. Estas reglas deben ser justas, deben atender a los pobres y a los poderosos, y reflejar un sentimiento básico de decencia y justicia social.
Las consecuencias de la desigualdad son conocidas: altos índices de criminalidad, problemas sanitarios, menores niveles de educación, de cohesión social y de esperanza de vida. Pero ¿cuáles son sus causas, por qué está creciendo con tanta rapidez y cuál es su efecto sobre la economía?